La inmutabilidad de la Ley de Vida: susurros del Espíritu

Posted on sábado, 3 de octubre de 2009 | 0 comentarios
“Mientras yo me interno en estas discusiones, paréceme sentir la presencia de algún elemento superior que las preside… Y hay una voz que dice a mi oído:…” Estas fueron las palabras iniciales que hicieron que “Ortodoxia”, de Gilbert Keith Chesterton, no fuera tomado por mí como un libro más, un tratado teológico, sobre la Verdad de Dios. Y es que al leer esto, algo en mí hizo click, algo me dijo que eso no era obra de la mente del autor.

Debo decir que, personalmente, no comparto las creencias de las iglesias ortodoxas, ni creo en el conservadurismo; pero no puedo ser ciega ante los susurros de un espíritu que está manifestando una verdad, independiente de las religiones. Negarlo sería simplemente ser necio.
Y es que no se trata de levantar personalidades, ni de establecer religiones a partir de las vivencias o de las claridades de una persona. Una cosa es clara: se puede dar testimonio de vida, mas las personas no deben seguir o imitar a quien lo da. “Believe in the ideal, not in the idol”, dicen. Y en el prefacio esta afirmación se manifiesta de manera sucinta, con respecto al propósito del libro: “…intentar una explicación, no sobre si la fe cristiana puede ser creída, sino cómo fue que él llegó a creer en ella”. Es decir, no dar recetas del cómo, sino que este “cómo” se responda en las vivencias de cada uno de nosotros… en cada espíritu.


Los testimonios deben tomarse como parte de una verdad, y no La Verdad en su totalidad. Cada uno tiene que aprender lo que debe, y en esa claridad extrapolar leyes para su vida. Cuando “esa voz” le dice al oído: “Yo sí que he alcanzado a fijar un ideal eterno, como que está fijo desde antes de la creación del mundo. Mis normas son inalterables… Podréis mudar el término proyectado del viaje, pero nunca el sitio de la partida”, se está diciendo que es Dios el inmutable, y lo que no cambia es Su Verdad, Su calidad de Dios, Su origen, Su raíz… Su esencia divina, que es espiritual.
Como diría el filósofo presocrático Heráclito de Éfeso: “Lo único que no cambia es el cambio”. Y es que las verdades divinas del macrocosmo se rigen por leyes distintas a las del microcosmo, donde nosotros vivimos. En el micro, en el mundo, existe un tiempo medible, y por lo tanto las cosas perecen; en cambio, en los Cielos, esto no es así. Acá en la Tierra la naturaleza cambia, y sobretodo…. El Hombre cambia. Pero aún así el espíritu del Hombre se rige por leyes que van más allá de este mundo, que guían su trascendencia, y que son inmutables.
Esto no quiere decir, como se ha malinterpretado, que los cambios sean nefastos, y que incluso cambiar una sola palabra de un Evangelio no pueda ser posible. La Verdad es una, y no está supeditada a las leyes de este mundo. Cualquier persona en contacto, en armonía y quietud con su espíritu- porque Dios Es Espíritu- puede entrar en contacto con esta Verdad Universal que es inmutable… aunque muchos intelectuales crean que con esto dejamos de ser libres, porque no es así. Una palabra que se pierda de un Evangelio debería ser entendida y completada de igual forma, porque la Verdad está y estará siempre. Es una Ley de Vida.


Todo lo interpretable seguiría una lógica de mutabilidad; y, por lo tanto, como es una verdad que se puede mudar o acoplar según lo que yo acomodo, no es en sí una Verdad. Todo lo propenso a interpretación está sujeto a la psiquis, a la mente, a los deseos, sentidos y emociones de quien, en un momento determinado, ha establecido sus pequeñas verdades.
“Podréis mudar el término proyectado del viaje, pero nunca el sitio de la partida” no es más que una verdad susurrada por el espíritu de Chesterton, la cual nos dice que todos provenimos de una única fuente: el Espíritu Santo, y que luego es el Padre el que nos da conciencia y voluntad. Y también dice: “ni la costumbre más petrificada, ni la más fugitiva evolución pueden impedir que el bien original haya sido el bien”; es decir, el bien ha existido desde siempre, y no es una invención mental humana creada, ni tampoco una necesidad como muchos utilitaristas creen.
Aún así, al parecer, el propio Chesterton hace oídos sordos a estas palabras, pues declara que “sin embargo” siguió adelante. Cristo mismo, a través del espíritu de Chesterton, nos dice una gran verdad, tal vez la que desarma toda mirada intelectualista hacia Dios: “Contra vuestra historia alzo yo toda mi leyenda prehistórica: y esta norma no es ya como un mueble más o menos fijo de vuestras casas, sino que es un hecho consumado”.
¿Acaso debemos renegar esa Verdad y rebajarla a un comentario antojadizo? Cada uno la vive diferente, pero siempre es Una

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La Serena / Santiago, Chile
Tengo 21 años, y me declaro una apasionada de mi carrera y de la música. Actualmente estudio Periodismo en la Universidad Católica de Chile. Oriunda de La Serena, pero ahora vivo en Santiago.

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